Hay una ciencia del cristianismo que debe ser conocida a fondo, y que es tanto más profunda, amplia y alta que cualquier ciencia humana cuanto son más altos los cielos que la tierra. La mente debe ser disciplinada, educada y formada, pues hemos de servir a Dios de un modo que no congenia con nuestras inclinaciones naturales. Hemos de vencer las tendencias al mal, que hemos heredado y cultivado. Muchas veces hay que prescindir por completo de la educación y la preparación de toda una vida para aprender en la escuela de Cristo. Nuestro corazón debe recibir educación para llegar a ser firme en Dios. Debemos contraer hábitos de pensar que nos capaciten para resistir a la tentación. Debemos aprender a mirar hacia arriba. Debemos comprender, en todo cuanto ellos atañen a nuestra vida diaria, los principios de la Palabra de Dios, que son tan elevados como el cielo y tan abarcantes como la eternidad. Cada acto, cada palabra y cada pensamiento deben concordar con esos principios. Todos deben ser puestos en armonía con Cristo y en sujeción a él.
E. G. de White, Ministerio de Curación p.359
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